lunes, 16 de noviembre de 2009

Don Justo Torres


Quizá la gente altagraciense no lo conozca, pero fue una de esas personas de las que se puede decir que dejan huella al pasar y permanecen siempre en la memoria de los que lo conocieron.
Fue carpintero, minero, herrero, pocero, amante de la arqueología y la investigación. Conoció el Museo Jesuítico más allá de sus cimientos, la casa histórica no tenía secretos para él, ni siquiera bajo tierra. Conocía cada sendero y cada sendero reconocía su paso familiar. El lugar era como su propia casa, auscultaba el terreno, lo olía, lo palpaba, lo saboreaba, lo admiraba.
Don Justo Torres nació y se crió en Alta Gracia, a los once años aprendió el oficio de carpintero junto a su padre, trabajó el hierro, estuvo nueve años sacando mica en San Clemente y otros tantos extrayendo caliza en Los Nogales. Durante esos años aprendió a barrenar y a manejar explosivos. Casado con Juana Ponce, es grande su descendencia: tuvieron nueve hijos.
A mediados de 1971 es llamado y entra a trabajar en el museo con la idea de que no se quedaría nada más que unos días, y esos días se hicieron meses y luego años. Fueron más de treinta los años de su vida en que su alta figura se destacó dentro de los muros jesuíticos transitando día por día y centímetro a centímetro cada rincón de la historia convertida en monumento. No hubo excavación ni descubrimiento en el que no participara. No había muro al cual no le conociera sus secretos. Era el referente al que acudían sus compañeros cuando alguna respuesta se les escapaba: “Pregúntele a don Torres, seguro que él lo sabe”, decían.
Incansable buscador, para los investigadores que hicieron importantes tareas en la que fue la casa de Santiago de Liniers, no hubo mejor colaborador.
Arqueólogo de vocación solía recorrer nuestras serranías buscando pedazos de nuestra historia autóctona. Sostenía a rajatabla que no existió nunca un túnel que uniera nuestra ciudad con la de Córdoba, pero sí tenía el convencimiento de que entre la Casa Histórica y el Obraje había un pasaje subterráneo nunca descubierto.
Don Justo Torres nos dejó en el 2005, para muchos un desconocido, pero los que tuvimos el honor de conocerlo y tratarlo sabemos que es gente como él la que construyó anónimamente la historia de esta querida Altagracia.
Vaya en estas líneas mi sincero y afectuoso homenaje.

Fuente: “Nuevo Sumario”, 27 de septiembre de 2002.-

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