lunes, 11 de mayo de 2009

Fray Alberto García Vieyra

Nació en 1912, su nombre era Jaime, su niñez, adolescencia y juventud transcurrió en estas tierras. Había estudiado medicina y hacia allí pareció que iba dirigida su vocación, pero estando haciendo sus estudios en el Instituto Santo Tomás de Aquino de la ciudad de Córdoba, descubrió el llamado sacerdotal y fue cuando decidió su ingreso a la Orden Dominicana, en la que profesó hacia 1935.
Fue en ese momento en que quiso llamarse para siempre Fray Alberto.
La filosofía la cursa en Córdoba y Buenos Aires, la teología en Roma, hasta que se ordena en 1939, y se doctora tres años después con una tesis sobre los dones del Espíritu Santo en San Alberto Magno.
Tenía fama de santidad, sabiduría y humildad extrema. Era un secreto a voces que las inteligencias sacerdotales y laicales más prominentes cuando estaban ante alguna duda teológica lo iban a consultar a Fray Alberto. Otro dato indiscutido era que tenía tanta seguridad en las respuestas como tolerancia cero ante errores formales. Y era al fin una tercera certeza, que este hombre de hablar monótono y cansino, pronunciaba los juicios más categóricos y esclarecedores, sin inmutar su serenidad, su gracia y su imborrable tonada cordobesa.
Los frailes Daniel y Rafael Rossi, O.P, al presentar su Catecismo, testimonian con gratitud y coraje su “palabra de contemplativo: profunda y luminosa, bella y clara”, y lo reconocen como arquetipo vivo a quien tuvieron la gracia de poder emular en el “período de formación en la vida religiosa”.
Cuentan que Fray Alberto, en el seminario de Paraná, comenzaba sus clases, serenamente, arrodillándose delante de una imagen mariana y dirigiendo el rezo de los seminaristas. Y cuando ya enfermo, un sacerdote entra en la celda del Convento en que se alojaba para higienizarla, creyendo que no se encontraba lo sorprende postrado en el piso, permitiendo descubrir que el Padre, cada vez que escribía sobre la Virgen María, lo hacía de rodillas.
De vida humilde, afable, servicial, íntimamente alegre y gozosa. Recorrió diversas provincias predicando y dejando múltiples y esclarecedores escritos.
Fray Alberto García Vieyra, otro hijo dilecto de Altagracia, murió el 20 de diciembre de 1985, en la ciudad de Santa Fe.