lunes, 17 de noviembre de 2008

Manuel de Falla

Nacido en Cádiz, el 23 de noviembre de 1876, con Isaac Albéniz y Enrique Granados, es uno de los músicos más importantes de la primera mitad del siglo XX en España.
Su madre y su abuelo lo introducen en las primeras nociones de la música a temprana edad, pero es recién en 1893 en que, asistiendo a un concierto, siente, según sus propias palabras, “su vocación definitiva es la música”. En 1896, comienza a viajar a Madrid perfeccionándose en el estudio de piano, logrando en 1899 un primer premio como intérprete del instrumento. Por esta época es cuando empieza a usar el “de” en su apellido, con el que será conocido. En 1901 conoce a Felipe Pedrell, quien tendrá influencia en su posterior carrera: despertará en él el interés por el flamenco, y en especial, por el cante jondo. Los años de estudio en la capital española culminaron con la composición de la ópera “La vida breve”, ganadora de un primer premio en un concurso convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, composición por la que Falla tuvo que esperar ocho años para darla a conocer en Niza.
Afincado en París desde 1907, entró en relación con Claude Debussy, Maurice Ravel, Dukas y Albéniz. Allí también conoció y trabó amistad con Pablo Picasso.
La madurez creativa de Falla empieza con su regreso a España, en el año 1914. Es el momento en que compone sus obras más celebres y alabadas: “El amor brujo”, “El sombrero de tres picos” y “El retablo de maese Pedro”.
En 1919 se trasladó a Granada donde se rodea de un grupo de amigos entre los que se encontraba Federico García Lorca, a quien intentó por todos salvar del fusilamiento a manos del ejército nacionalista.
Los últimos veinte años de su vida, Manuel de Falla los pasó trabajando en la que consideraba había de ser la obra de su vida: la cantata escénica “La Atlántida”, sobre un poema en lengua catalana “Jacint Verdaguer”, en el cual veía reflejadas todas sus preocupaciones filosóficas, religiosas y humanísticas, pero quedó inconclusa y solo fue terminada, tras su muerte, por su discípulo Ernesto Halffter.


El 28 de septiembre de 1939, después de la guerra civil española, se exilió en Argentina, a pesar de los intentos del gobierno del general Francisco Franco, que le ofrece una pensión si regresa a España. Ubicado primero en Carlos Paz, es en Alta Gracia, en su chalet “Los Espinillos”, donde termina sus días, al cuidado de su hermana, ya que siempre estaba enfermo, el 14 de noviembre de 1946. Con autorización expresa del Papa Pío XII, sus restos fueron enterrados en la Cripta de la Catedral de Cádiz, donde se encuentran actualmente.

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