Hace unas horas el sol se ha levantado, redondo y brillante como una gran bola de fuego. Es un día muy frío de julio y en el Tajamar, como ocurre a diario, pasa la gente rumbo al centro a realizar sus trámites o compras, o los jóvenes se juntan aprovechando el receso escolar de invierno a tomar mate y charlar. Algunos turistas se pasean sacándose fotos en el histórico predio.
Y allí lo veo, sereno, sentado, apoyado contra un árbol. Lee un diario viejo, paso a su lado y lo saludo: “¡Hola!”, y me responde: “¡Hola, muchacho! ¿cómo estás, cómo andan tus cosas?”.
Tiene una barba profusa y muy canosa y una gorra que esconde su larga cabellera, también grisácea por las canas. A su lado están las bolsas que transporta siempre como un preciado tesoro, vaya donde vaya, ellas van con él.
Cuando yo lo conocí era acomodador en el viejo cine Monumental, alguna vez, cuando la función era de dos películas, me dejó entrar gratis a ver la segunda, disimulado entre la gente que salía en el intervalo.
Tenía una casa cuyo interior destruyó un voraz incendio hace unos años, en lo que quedó de ella se refugia todas las noches para protegerse de las inclemencias del tiempo.
Es un personaje particular, bohemio y filósofo. Alto, flaco, movedizo, siempre saluda a la gente que pasa. Los fines de semana se lo ve mezclado entre la gente que pulula por el lugar. Le gusta mucho hablar y frente a quien quiera oírlo él reconstruye su pasado pleno de recuerdos y nostalgia.
Es difícil encontrar a aquel que fue entre los gestos cansados de su rostro, es difícil adivinar que fue lo que lo llevó a esta vida de la que quizá no salga o de la que quizá no quiera salir. En su mal se consuelan los tontos, lo condenan los engreídos, lo olvidaron los que lo han querido. Guardián ad honorem del Tajamar histórico, pocos saben su filosofía y pocos saben lo que es su vida. Vida que será así hasta el último minuto en el que lo lamentaremos los que lo conocimos.
Para nosotros, para todos, es simplemente PEPE…..
Y allí lo veo, sereno, sentado, apoyado contra un árbol. Lee un diario viejo, paso a su lado y lo saludo: “¡Hola!”, y me responde: “¡Hola, muchacho! ¿cómo estás, cómo andan tus cosas?”.
Tiene una barba profusa y muy canosa y una gorra que esconde su larga cabellera, también grisácea por las canas. A su lado están las bolsas que transporta siempre como un preciado tesoro, vaya donde vaya, ellas van con él.
Cuando yo lo conocí era acomodador en el viejo cine Monumental, alguna vez, cuando la función era de dos películas, me dejó entrar gratis a ver la segunda, disimulado entre la gente que salía en el intervalo.
Tenía una casa cuyo interior destruyó un voraz incendio hace unos años, en lo que quedó de ella se refugia todas las noches para protegerse de las inclemencias del tiempo.
Es un personaje particular, bohemio y filósofo. Alto, flaco, movedizo, siempre saluda a la gente que pasa. Los fines de semana se lo ve mezclado entre la gente que pulula por el lugar. Le gusta mucho hablar y frente a quien quiera oírlo él reconstruye su pasado pleno de recuerdos y nostalgia.
Es difícil encontrar a aquel que fue entre los gestos cansados de su rostro, es difícil adivinar que fue lo que lo llevó a esta vida de la que quizá no salga o de la que quizá no quiera salir. En su mal se consuelan los tontos, lo condenan los engreídos, lo olvidaron los que lo han querido. Guardián ad honorem del Tajamar histórico, pocos saben su filosofía y pocos saben lo que es su vida. Vida que será así hasta el último minuto en el que lo lamentaremos los que lo conocimos.
Para nosotros, para todos, es simplemente PEPE…..